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Pedro y Pablo: el pescador y el fariseo

San Pedro y San Pablo

Pedro y Pablo, el primer papa y el apóstol de las naciones, considerados como columnas de la Iglesia. Dos misiones diferentes, unidas en la fidelidad a Cristo hasta el martirio. Simón era pescador a orillas del Mar de Galilea, y Saulo era fariseo, perseguidor de cristianos.

Encontrarse con Jesús cambió la vida de Simón y Andrés, algo de ese hombre hizo que dejaran las redes y lo siguieran. Simón puso su barca al servicio de Jesús, convirtiéndola en el púlpito desde donde el Maestro se dirigía a las multitudes que lo seguían.

La elección de Jesús no es fortuita. Como Dios, conoce bien a Simón, su potencial, también sus debilidades. Un hombre rudo, ignorante de muchas cosas, pero con un corazón sincero y abierto. A pesar de que lo negó tres veces, lo constituyó en la piedra sobre la que se edificaría la Iglesia.

Saulo y el caballo

Saulo no conoció a Jesús, no personalmente. Fue educado como fariseo, conocedor de la Palabra, fiel judío. Se convirtió, gracias a su dedicación, en perseguidor de cristianos, esa “secta peligrosa” que amenazaba el cumplimiento de la ley.

Camino a Damasco sucedió lo inesperado. Aquél a quien perseguía le salió al encuentro, su presencia fue tan fuerte que lo tiró del caballo. Recuerda un poco la escena donde los soldados van a prender a Jesús; al decir “Yo soy” ellos cayeron al suelo; tal es el poder del nombre de Jesús.

La elección correcta

Como en el caso de Pedro, Jesús eligió a Saulo porque lo conocía bien y sabía todo lo que podía hacer por la Iglesia de entonces y la de ahora. Lo cegó para que viera. Lo instruyó a través de un anciano y le dio una misión.

Pedro también recibió una misión, apacentar las ovejas. Luego de la resurrección, luego de Pentecostés, se puso al frente de la Iglesia recién nacida. Su testimonio edificaba a todos los que lo escuchaban, y su fuerte presencia animaba a los hermanos.

Dos columnas

Ambos apóstoles se convirtieron en las dos columnas sobre las que la Iglesia primitiva fue edificada. Un pescador y un fariseo, que luego de su encuentro con el Hijo de Dios, descubrieron un camino, una misión, que sigue dando frutos hasta hoy.
Honremos su misión en sus sucesores, en nuestro Pontífice, en nuestros predicadores, en nuestros predicadores, en todo aquél que ha decidido dar su vida por el Reino.

Fuentes: